Aunque el aceite de oliva es la base de casi todos los platos y desde hace tres mil años uno de los pilares de la dieta mediterránea del que tanto nos gusta presumir, el aceite de oliva virgen extra y sus variedades son todavía desconocidos.
Los volúmenes de importación y producción no toman en cuenta, entonces, esas decenas de miles de chacras que lo venden a amigos, y que no se rastrean porque ese aceite nunca terminará en las estanterías de un oleoteca. En muchos casos se trata de buenos aceites, incluso excelentes Evo, pero también puede ocurrir que te encuentres con aceites de “granjero” de mala calidad, defectuosos. Sin embargo, con la excusa de la “autenticidad”, siguen abasteciéndose. Y los ahorros tampoco están garantizados.
Es una mala costumbre estar convencido de que todo lo que se hace en casa es bueno y especialmente genuino. En el hogar se producen excelencias raras, pero también mucha basura. Este también es el caso del aceite. Porque hay una diferencia entre el aceite de oliva virgen extra y el aceite de oliva. En resumen, Italia aún tiene que desarrollar una verdadera “cultura” del Evo.
Hay adoración, pero no cultura
variedades
Pocos, muy pocos productores que se hayan centrado en la calidad en lugar de vender (en muchos casos vender) sus cosechas. A veces, lamentablemente, se ven obligados a hacerlo y el resto no es que el Estado los ayude. Nuestros aceites pueden y deben ser valorados. Los talianos pueden y deben apreciarlos como ocurre en el extranjero, donde no se puede contar con una tradición olivarera milenaria, en un territorio tan feliz por los olivos, con la riqueza de nuestras 400 variedades, continúan para comprar Evo Italiano de calidad. Por eso, el futuro del aceite italiano también depende de saber distinguir lo bueno para nosotros de lo excelente para muchos, lo falso de lo verdadero, y las mil potencialidades innatas de un alimento por redescubrir y mejorar.
